- Buenos días, respondo.
- ¿Dónde andas?, contesta.
- En diez minutos estoy ahí.
- Yo ya llegué, te espero donde los dorsales.
Nos encontramos, y después de un efusivo saludo, nos encaminamos a tomar un cafelito, que a parte de que nos apetezca nos resguardará del frío que a esa hora de la mañana hace.
Recogemos los dorsales, y van llegando el resto del grupo, Juan Carlos, Miguel Ángel, Mauri y Carlos, y con ello también los saludos y las presentaciones.
Llego uno de los momentos preferidos por Abe, el calentamiento, trotando y trotando Abe y yo nos alejamos buscando un apartado lugar (no pensemos mal, mentes calenturientas) para aligerar algo de peso y aliviar un poco el cuerpo.
Se acerca la hora, estamos en la línea de salida.
- Venga que adelante están poniendo el sello, se oye.
- ¿Qué sello?, pregunta incrédulo Juan Carlos.
- El sello de control de salida, responde Abe, veterano de esta carrera y gran conocedor de los métodos tan innovadores que usamos por estas tierras.
- ¿Eh?, Juan Carlos no sale de su asombro, pero se deja poner el sello.
Antes de darnos cuenta iniciamos nuestra andadura, y siguiendo el guión marcado Abe y yo vamos juntos, aunque en el primer kilómetro nos acompañan Miguel Ángel, Carlos y Mauri, a Juan Carlos ya le perdí de vista (con el sello se siente seguro).
Recorremos el primer kilómetro en 4´54´´, tranquilo Abe, vamos a coger el ritmo, 2º kilómetro y el crono marca 9´50´´, nuestro tres acompañantes empiezan a marcar distancias, kilómetro 3, llevamos 15´.
- ¿Qué tal?, pregunto.
- ¿Mal?, responde Abe.
- Tranquilo, coge ritmo de respiración.
Pasamos el kilómetro 4 y 5, la cosa no mejora, no digo nada pero veo que nuestro objetivo quedaría para mejor ocasión, Abe no va bien, le animo pero no tiene buenas sensaciones, además de llevar toda la semana con dolor de espalda.
Llegados a este punto me pide que le deje, nos despedimos, tiro un par de metros, me giro y vuelvo a su altura, me resisto, no quiero rendirme tan pronto, ni que Abe lo haga, lo reconozco soy un cabezón, seguiremos juntos.
Charlamos de cosas varias, incluyendo de nuestro querido ALETI.
- ¿Qué tal?, vuelvo a preguntar por enésima vez.
- Jodido, me responde.
- Pues yo voy relajado.
Risas.
Ya estamos en el km. 10, alcanzamos a Carlos que sufre un pequeño tiron en el gemelo.
Continuamos, Abe sigue sufriendo, y yo sigo agobiándole (si Beatriz, he agobiado al bueno de Abe, me lo ha reconocido, ahora sabe lo que es eso, te he vengado), de nuevo risas, y aún le agobiare durante un kilómetro más.
Llegamos al 11.
- No puedo más, tira.
Me apiado de él, no quiero seguir agobiando (recuerdo que cuando yo voy así prefiero que me dejen morir solo), me despido.
- Nos vemos en la meta, no te pares.
- Vale, contesto con la boca peuqeña (ahora sé que se paro).
Y uno a uno vamos llegando a la meta.
Nos damos una reconfortante ducha, donde Mauri hace de eficaz mezclador de agua, y nos dirigimos a Santiago Millas, donde nos espera nuestro cocido maragato, aunque antes tengamos que esperar a nuestro Amador.
Ya en la mesa reina el buen humor, aunque el bueno de Abe sigue con su vía crucis, y se ve obligado a mostrarnos su secreto para recuperar el cuerpo (el alma ya lo tiene irrecuperable)(adjunto fotografías de los potingues milagrosos).
Entre bocado y trago llego la hora de la despedida, la mitad del grupo se irá para León, Miguel Ángel y Paloma, Carlos, Mauri, Amador, y la otra mitad para Madrid, Juan Carlos y Rocío, Abe, Ángeles y yo (que al día siguiente me voy de vacaciones), no sin antes emplazar a los madrileños para el año que viene.
Nos damos una reconfortante ducha, donde Mauri hace de eficaz mezclador de agua, y nos dirigimos a Santiago Millas, donde nos espera nuestro cocido maragato, aunque antes tengamos que esperar a nuestro Amador.
Ya en la mesa reina el buen humor, aunque el bueno de Abe sigue con su vía crucis, y se ve obligado a mostrarnos su secreto para recuperar el cuerpo (el alma ya lo tiene irrecuperable)(adjunto fotografías de los potingues milagrosos).
Entre bocado y trago llego la hora de la despedida, la mitad del grupo se irá para León, Miguel Ángel y Paloma, Carlos, Mauri, Amador, y la otra mitad para Madrid, Juan Carlos y Rocío, Abe, Ángeles y yo (que al día siguiente me voy de vacaciones), no sin antes emplazar a los madrileños para el año que viene.
Un abrazo a todos.